lunes, 16 de mayo de 2016

Cuento: Pan con chicha, de Pablo G. Cesar

Era la siesta cerca de la ruta 9. Encima era jueves así que solamente pasaba un camión cada tanto. Al costadito de la ruta, ya llegando a Río Segundo estaba sentado este viejito, que vendía pan con chicharrón mientras comía una manzana con cuchillo porque sus dientes no alcanzaban para cortarla. Lleno de tierra blanca estaba el viejito, al lado de esta ruta que se deterioraba con cada lluvia. Sentado en el banquito, esperando, cada tanto miraba el cartel que había hecho para promocionar sus panes. En un momento cualquiera se le acerca un muchacho.

– Sabe Don, ¿Cómo anda, primero? sabe que hoy me he dado cuenta de algo.
– ¿Cómo?
– … ¿Cómo anda?
– Bien hijo, bien. ¿Qué le anda haciendo falta?
– Me he dado cuenta de algo, hoy.
– ¿Qué sería? – Le contesto mientras volvía la mirada a la manzana, como seguro de lo que se trataba.
– Hoy me di cuenta de que no tenemos nada, de que todo es una ilusión. Estuve leyendo unas cosas pero hoy me desperté y me di cuenta que mi casa, mi auto, nada es mío realmente. Los puedo usar, pero no son míos.
– Muy bien.
– ¿No le sorprende? Nada. Entonces me puse a pensar, que sería lo que si tenemos. ¿Qué tenemos? Solo tenemos tiempo, es lo único que tenemos realmente, tiempo, ¿Sabe?
– Abuelo, ¿Sabe?
– Si, hijito. – le respondió mientras seguía comiendo su manzana, mirando a la ruta, ya había dejado de hacer contacto visual con el muchacho.
– Entonces, entonces… Entonces pensé, que si lo único que tenemos es tiempo, todo lo que hacemos es invertir ese tiempo en cosas, en actividades, en elementos que usamos en ese tiempo, que usamos para sacarle jugo a ese tiempo, ¿Me entiende? – Decía el muchacho abriendo los ojos, intentando atrapar la mirada del viejo.
– Mjm, si.
– Claro, pero después de esto me quedo pensando que tampoco tenemos tiempo. No tenemos nada. Porque lo que tenemos es la creencia de que ese tiempo es amplio, que es interminable y que, sobre todo, es igual siempre. Pero la ciencia ya ha probado que no es así, se sabe que el tiempo depende del espacio, que el tiempo varía y es relativo, y sobre todo no sabemos cuándo nos vamos a morir. Solo tenemos la confianza en que nuestro tiempo va a ser lo suficientemente amplio, y sobre esa fe apostamos nuestras decisiones.
– Bueno

Hacía calor al sol, que era a donde estos dos estaban. El sol pegaba sobre la ruta y ya se empezaba a ver distorsionada la ruta a lo lejos por la temperatura que levanta. Nadie pasaba. De espaldas al viejo solo había un par de locales de comida, un pool, un metegol y más atrás campo hasta quien sabe donde. Todo lleno de tierra blanca, seca. Los pan con chicha estaba sobre la canasta, cubiertos con un repasador rojo, estilo escocés. El viejo cada tanto volvía a mirar el cartel que ofertaba los panes. El muchacho dejó de buscar la mirada del viejo y se volvió a la ruta, al campo, miraba para todos lados. Parecía inquieto. Cerraba los puños, miraba a lo lejos, se volvía a los panes, miraba el metegol, volvía a la ruta. El viejo terminó su manzana y volvió a hablar.

– ¿Vos sabías que por acá pasaba gendarmería cuando estaba el gobierno militar? Eran increíbles esos tanques. Ese puente que hay por allá en el río lo pusieron los militares y todavía anda ahí.
– ¿El del río? Mire usted.
– Si. Un día tardaron en ponerlo. Muy rápidos eran.
– Si, tal cual. Bueno. ¿Sabe que estaba pensando? En que entonces, si todo lo que tenemos es tiempo, pero en realidad no lo tenemos, es todo muy volátil. Todo se puede acabar en un instante, hoy por ejemplo. ¿Qué puedo hacer con mi vida en ese caso si no se cuanto voy a tener? ¿Cómo hace usted?
– Y, yo vendo pan con chicha.
– Pero, ¿Usted tuvo proyectos cuando era joven?
– Y si, mas o menos. Yo trabajaba con mi padre y me casé. Quería tener una casa e hijos y los tuve. Tuve mi campo por un tiempo, cosechaba, tenía vacas también.
– ¿Y cuales eran sus proyectos?
– Esos eran hijo. Esos. ¿Viste allá? ¿Ese edificio? Ahí se hospedaban los soldados, y acá atrás nuestro se juntaban a charlar los oficiales. Había algunos muy violentos, otros no tanto. Como les gustaba chupar.
– Claro. Bueno. ¿Me da un pan?
– Si hijo. ¿Con o sin chicha?
– Con por favor.
– Tome. Saludos en su casa.
– Gracias.

El muchacho se alejó, mirando para todos lados. Por ahí un perro dejó de tomar agua para mirarlo. Justo en ese momento pasaba un auto muy rápido, de color plateado. El viejo se cubría la cara del sol y miraba al cielo despejado, azul, violeta.

Pablo G. Cesar


Sobre el Autor


Pablo G. Cesar es un escritor argentino que busca asombrar desde sus cuentos para darnos un momento para pensar. Con un libro publicado en su haber, lleva adelante su blog Diapasón Redondo: El surrealismo de civil, y un perro con pipa en pijama, recopilando sus cuentos e historias extravagantes desde Córdoba, Argentina.

viernes, 13 de mayo de 2016

El eBook en la Argentina



Introducción
La editorial argentina está incursionando en las formas de publicación digitales que ya hacen uso varios países como Estados Unidos, España, China o Alemania. Desde 2009 que los datos arrojados por la Cámara Argentina del Libro (CAL) exponen un crecimiento y posteriormente un estancamiento de las publicaciones digitales, demostrando como el paradigma de lectura en la sociedad está orientado a la lectura de libro impreso. Hacia 2014 el abaratamiento de equipos que pueden ser usados como lectores electrónicos ayudó a un crecimiento de los hábitos en la lectura digital, siendo Smartphone los principales soportes. A hoy en día el porcentaje de publicación se mantiene cercano al 15% de publicaciones digitales como hace cinco años.

Un inicio tardío

Los paradigmas digitales fueron tardíos dentro de la sociedad argentina. Los hábitos en el uso de las Tecnologías de la Información (TIC) fueron introducidos como materia de Educación Secundaria hacia 2010, junto a los proyectos de alfabetización digital presentada como Conectar Igualdad, exponiendo una realidad donde la sociedad está desligada del hábito en el uso de las TIC y los soportes virtuales de la lectura. Según la CAL, para 2009, el 5% de las publicaciones representó al sector digital, siendo apenas el 12,6% de ese porcentaje lo referido a libros digitales. El crecimiento en 2011 representó el 15% de producción digital respecto al total y expone uno de los picos más importantes, manteniendo esa proporción aproximada aun en todo el periodo del 2015, donde hubo también un 15% de libros digitales según el CAL. Esto expone que, aun del incremento de editoriales que introducen sus productos digitales, los compradores siguen optando por la compra de material físico antes que el virtual.

Hábitos de lectura

Uno de los principales factores para el impulso de la producción de contenido digital es focalizar un nicho donde pueda generarse consumo. En el caso de los libros digitales en la Argentina esta franja, para el 2011, estaba reducida claramente a especialistas que hacían uso de las ventajas de la portabilidad electrónica, pero el usuario tipo estaba muy alejado de este tipo de prácticas y hábitos, donde una encuesta realizada por el Consejo Nacional de Lectura (CNL) durante la 39a. Feria del Libro en el 2011 expuso que el 67% de las personas leía sólo en papel, un 7% usaba tanto pantallas como papel y un 1% leía desde la pantalla solamente. El informe es aplanador frente a la divulgación de la lectura de publicaciones digitales, aunque en el 2015 una nueva encuesta demuestra como los porcentajes se empiezan a tomar otra forma, donde el 44% de las personas encuestadas no leyó ningún libro digital en el último año, mientras que las personas que leyeron en soporte digital representan un 37%. Esta información nos aclara como la posible introducción de nuevos equipos portátiles al mercado y el avance de las técnicas de lectura digital hace, así como la introducción de las TIC o de un plan de Alfabetización Tecnológica, un desarrollo en la sociedad hacia la incorporación de nuevas competencias en TIC, como la lectura desde soportes electrónicos.



domingo, 8 de mayo de 2016

Reseña: 13 Zombies - Javier Cosnava



Ficha Bibliográfica
Título: 13 Zombies
Autor: Javier Cosnava
Editorial: Autopublicado
Género: Género Z, Histórico
Formato Digital: Epub, Mobi
Páginas: 150 (Aprox.)

Sinopsis
Durante la guerra civil española, dos hermanas se enfrentan a un misterio. Las han drogado y están en una casa vacía, rodeadas de zombis. Pero no saben cómo han llegado ni por qué están allí. Ni siquiera dónde se encuentra la vivienda, ni si realmente es una vivienda... o es alguna otra cosa.

Descubrir la realidad de lo que les está sucediendo será mucho más difícil de lo que esperaban. Y si lo consiguen, seguramente habrían preferido no hacerlo jamás.

Porque el secreto del lugar en el que se encuentran les enfrentará a una pesadilla inimaginable.

Reseña

Ya es la segunda obra que reseño de Javier Cosnava y sólo puedo decir que me sigo sorprendiendo con su estilo. Como bien vimos en la reseña de Diez minutos para una estrella fugaz, el estilo del autor se centra en la narrativa histórica y es ahí donde desarrolla su historia fantástica: En este caso los Zombies -y no los que caminan lento y se transmite por la mordida, aquellas bestias que Romero popularizó: Cosnava nos trae una variante del mito haitiano del Zombie, donde hay amos que dominan personas difuntas, trayéndolas de la muerte… Pero de eso no va el relato.

Corre 1936, agosto para ser más exacto, y la Guerra Civil española se desataba. Trabajando como siempre con realidades alternas, el autor nos refleja la idea de una guerra entre bandos donde las bestias supernaturales y los humanos místico se enfrentan, dos hermanas alemanas buscan dar con un libro que su hermano les exigió para poder combatir a las bestias españolas, pero pronto se dan cuenta que la guerra va enserio y el Lacroix las buscará para recuperar lo suyo y darles muerte.

Este libro tiene la peculiaridad de presentar una historia simple, donde hace foco en los continuos flashbacks de los protagonistas para obtener riqueza narrativa, la historia se va a ir tejiendo entre el pasado y el presente para poder entender un poco más la realidad; generando así una identidad histórica al texto. A diferencia de Diez minutos para una estrella fugaz, este libro es mucho más simple y aun de la posibilidad de expandir un poco más las historias de los personajes, los datos aportados sólo nos sirven para completar la personalidad de los personajes y su historia, pero no afecta a la trama en sí.

Otra obra para disfrutar del autor, donde se nos imbuye a ese símbolo que representa su literatura: El guiño histórico, factor que busca trabajar con datos verídicos para lograr una sensación de unidad en el lector, además de impulsar una instrucción sobre los eventos referidos a la Segunda Guerra Mundial, como vimos en la anterior obra de Cosnava reseñada.

jueves, 5 de mayo de 2016

Noche de Verano - Relato Negro



 El caminar se fundía con las sombras bajo el silencio de la ciudad, los pasos se ahogaban por el murmullo de los vehículos en las autopistas, y bajo ella la oscuridad del consuelo civilizado ocultaba realidades ajenas. Las plazas escondidas de la luz prescindían de buenos hábitos: Merca, droga, faso, porro o paco; uso común para describir vidas. Y la barra estaba ahí, dóciles, descansando de los placeres que aparenta dar la Vida. Las luces aparecían por el circular de los autos, dejaban sin cuidado a la barra con su ropa deportiva, sus gorras y zapatillas, la tez o rostro. Compartían, cuchicheaban, intercambiaban un poco de Realidad entre ellos y se preguntaban por su siguiente paso. Hablaban, reían, señalaban y gesticulaban, planificaban la noche y sus botines.

 Las voces y murmullos de la “City”, los ruidos de puertas y ventanas, hornos y cocinas, los cubiertos, las camas deshaciéndose se juntaban con las luces y el pasar de los autos. Luces blancas, amarillas, azules y rojas encandilando al grupo. Una silueta se dibuja delante de un auto, su uniforme se volvía nítido y se apreciaba su arma de fuego adosada al cinturón, ganaba la atención del público.

-¿Qué onda oficial?- esbozó un pibe de la barra.
-Vengo a controlar…- La silueta tomó distancia de su público, agarrando su cintura con la naturalidad de una noche de verano; donde las personas disfrutaban el fresco dentro de sus casas o las terrazas con sus estrellas –Me dijeron que ustedes trabajaban hoy y les venía a recordar cómo era la cosa, ya que algunos de sus conocidos no entendieron bien.-
-Ustedes porque son chantas ¡loco!... – unas manos trigueñas cortaban la brisa que venía del puerto- Al Facu lo hicieron cagar por tranza, él no hizo nada y ustedes lo hicieron voleta, ¡loco!- vociferaba el de gorrita azul.
-Recatate Juan- sus compañeros lo agarraban en afán de que no se vaya a las piñas.
-A tu hermano le advertimos muchas veces que esas cosas ocurren cuando nos quieren hacer pasar por pelotudos- Sonaba a refrán viejo junto a sus señas con el índice.
-Vo’ necesitabas a un perejil, se la diste a mi hermano. ¡Forro!- Juan celaba la impunidad con sus gritos mientras sus compañeros forcejeaban para detenerlo.

“Gato, no rinde” “Recatate que te la pone” Se escuchaba en esa noche cerrada, donde los faros de debajo de la autopista destruían la oscuridad de los objetos.

-Bueno, dejen de pelearse como ratas por el pan. Ya saben que tienen que pagar y los estamos observando siempre, que hacen y que dejan de hacer. Pónganse las pilas, pibes. No queremos tener que dejar a sus hijos sin padres. ¡Vamos!-

 La silueta de la mano saluda desde la cien con los dedos en alto. Se alejaba hacia las luces blancas. Se oyó un portazo y el gruñido de un motor. La plaza se inundaba de la oscuridad que presenció la visita, inundó el ambiente y siguió con el corazón de ellos; como viene haciendo con todos, con ese calor de verano y gusto a río.