Erase,
así como tantas veces, un grifo del que al girar su llave no sale agua. Julio
suspiró mientras corroboraba la canilla, una vez en el día. “¿Será la nueva conexión
que hice?” se preguntó en pensamientos. Comprobó las uniones. Nada fuera de lo
normal.
- ¿El
caño que pusimos ayer será?- dijo para sí entre dientes. Caminó sobre un hueco
tapado hace unos días. Se notaba un poco de humedad. -¡Me cago en la REP…! Lo
pusimos hace dos días.- Alzó sus manos agarrándose la cabeza. Lo siguió de una
punta a la otra del caño. Grabó mentalmente el lugar donde quería golpear y fue
en busca de la maza y los cortafierros. Sonó el metal caer al suelo. Julio
empuñó sus herramientas: maza a la derecha, cortafierro a la izquierda. Empezó
a percutir.
-
Caño de Mierd, te pusimos hace unos
día y ¡ya te pinchás! – Las manos temblaban a cada golpe. El metal chillaba y
el cemento saltaba hacia todos lados. Pronto el color gris verdoso daba paso a
un anaranjado fuerte. Estaba perfecto, ni una gota salía de las uniones y el
caño. Una cara de desilusión invadió el rostro de Julio. Parecía perplejo.
-¿Y
ahora?- Rascaba su cabeza con la maza en mano. –De seguro es el otro caño,
recuerdo que le pegó sin querer Juan…- Volvía la esperanza a sus actos. –Le
había dicho que tuviera cuidado. Hay veces que se pasa de la emoción. ¡Personaje
que es!- Emprendió caminata al cuarto
contiguo. Trazó un mapa con sus manos ubicando el caño en el piso y empezó a
golpear. Esta vez no solo dejó a la vista el caño, también los codos y juntas. Todas
perfectas. Su cuerpo dejó escarpar una mezcla de cólera y desilusión
-¡Me
lleva la Reconferencia de la hermana del caño!...- Refunfuñaba insultos. Pasaba
de una a otra habitación, miraba los caños y analizaba cada uno en búsqueda de
algún indicio que se le hubiera perdido.
–Al final,
¡pagar es más barato! Y le tuve que hacer caso a mi primo.- Rememoraba sobre la
última conversación que tuvieron Julio y Oscar en su casa, cuando le pidió una
opinión sobre la nueva conexión que tenía que hacer.- ¡Hacelo vos, no le des de
comer a uno buitres que no saben nada!, y yo le creí. La pintó fácil, ¡ahora
minga le voy a dar una mano con su auto!-
El
timbre lo hizo volver. Con cara de incertidumbre llegó a la puerta y vio por la
mirilla. Era la vecina de al lado.
-¡Ya abro! Espere…- Chirrió la puerta y la
figura de una mujer mayor apareció frente al dueño de la casa. -¿Qué pasa
señora Luisa? ¿Qué la trae por aquí?-
-Muy
bien don Julio, gracias por preguntar. Le molestaba para avisarle que había
unos chicos jugando con la canilla principal del agua, aquí en la vereda…-
Hablaba señalando con sus arrugadas manos la tapa que protegía la llave
principal de agua en la vereda. Estaba tirada a unos metros de la caja donde se
encontraba la canilla. Se notaba manoseada cuando Julio se acercó a ver.- Donde
Eduardo los espantó para que no molestasen más. Era para avisar eso nomás. Un
gusto verlo. Felices fiestas.-
Julio
la saludó de igual manera mientras la veía desaparecer doblando la esquina.
Absorto estaba. Entro a la casa. Cerró la puerta. Juntó los baldes de albañil,
las cucharas que tenía para pastón. Depositó seis medidas de arena, dos de
cemento y el agua necesaria para dejar la mezcla como una pasta verdosa oscura.
Dedicó el resto del día a tapar todo el desastre que había hecho. ”Mejor otro
día para pensar” se decía.